Resumen de la Totalidad

El nombre Filosofía de la Totalidad fue acuñado por Dane Rudhyar en su último libro: “Rhythm of Wholeness”, que se traduce como “Ritmo de la Totalidad”, publicado un año antes de su muerte. En él, Rudhyar formula cuidadosamente su filosofía metafísica de la realidad, que he adoptado y adaptado a nuestro siglo XXI. Permítanme dar una breve descripción de los temas que se discutirán en detalle en artículos posteriores donde seré más riguroso.

La realidad, según Rudhyar, es la interacción de dos opuestos: Unidad y Multiplicidad. Una buena imagen mental de la Totalidad es la de una esfera con Unidad en su núcleo y Multiplicidad en la superficie. Hay una “pulsación” constante, llamada Movimiento de la Totalidad, que alterna entre esos dos polos. Sin embargo, de manera similar al Tao, que es la interacción de Yang y Yin, no hay Unidad absoluta en el centro ni Multiplicidad absoluta en la superficie de la Totalidad. De hecho, la filosofía no abarca ningún concepto absoluto, en particular, ni la infinidad del espacio ni la atemporalidad son posibles; toda la realidad está contenida, por así decirlo, dentro de la Totalidad.

Cosmología de la Totalidad

Cosmológicamente hablando, el Movimiento de la Totalidad implica un Ciclo del Ser alternando entre un estado de máxima Unidad, simbolizado como la medianoche del ciclo, y el de máxima Multiplicidad en el mediodía simbólico. Así podemos distinguir un amanecer simbólico cuando ambos son iguales en fuerza pero la Multiplicidad está aumentando, y un ocaso simbólico opuesto cuando la Unidad prevalece. Estos dos, amanecer y ocaso, dividen el Ciclo del Ser en dos mitades simbólicas: un día de existencia objetiva y una noche de “inistencia” subjetiva.

Las fuerzas que impulsan los procesos necesarios de integración de la Multiplicidad a la Unidad, por ejemplo, la gravedad, son agentes del Principio de Totalidad que, cuando se aplica al ámbito de la vida, es Espíritu. Por lo tanto, Espíritu no es una entidad y ciertamente no es Dios, aunque las fuerzas integradoras que originan y mantienen la vida son fuerzas espirituales. Dado que el estado de máxima Unidad no es absoluto, hay una “radiación” que empuja hacia afuera, hacia la Multiplicidad, de manera no muy diferente a las emanaciones encontradas en el Neoplatonismo por las cuales el Uno da lugar al Nous y el Nous al “mundo de las almas” que, a su vez, genera nuestro mundo fenoménico. Nuevamente, una distinción clave es que el estado de máxima Unidad no es una mónada absoluta, a diferencia del Uno e incluso del Nous.

A pesar de impulsar la desintegración de los todos, tales fuerzas radiantes no son agentes del Mal, lo contrario al Espíritu. El movimiento continuo dentro de la Totalidad da como resultado un “empuje” centrífugo hacia la superficie y niveles más altos de Multiplicidad, trayendo así la aleatoriedad y la diversidad requeridas para la evolución al orden y la homogeneidad que se encuentran en la Unidad. Si bien el Mal debe estar contenido en la Totalidad, y de hecho identificamos dos tipos: cósmico y existencial, no debemos caracterizar las fuerzas radiantes como “malvadas” sólo porque no impulsan la integración; son simplemente el resultado del mencionado Movimiento de Totalidad.

Ciclo del Ser

Como mencioné anteriormente, las fases nocturnas simbólicas son totalmente subjetivas y, por lo tanto, confiamos en la simetría con la fase opuesta durante el día para extraer algún significado. También cabe señalar que Dane Rudhyar fue, ante todo, un filósofo con un amplio conocimiento de las culturas asiáticas, en particular de la India, y de las tradiciones ocultas, además de ser uno de los primeros miembros de la Sociedad Teosófica después de que ésta se trasladara a California. Debería ser obvio que utilizó tales conocimientos en el desarrollo de su metafísica de la realidad. Dicho esto, y manteniéndolo lo más simple posible, permítanme concluir esta introducción a la Totalidad delineando algunas características de las cuatro fases principales del Ciclo del Ser:

En la medianoche simbólica, la Totalidad está en un estado de Unidad casi total. Este es un estado de máxima inistencia subjetiva, pura Consciencia Eónica en lo que podría llamarse un estado de Divinidad. Tal estado da lugar a la Compasión Divina hacia los fracasos totales o parciales del ciclo pasado. Así, en la fase entre la medianoche y el amanecer, tal Compasión alimenta la formulación de un nuevo “plan de redención” figurativo que será implementado mediante una jerarquía de arquetipos que abordarán los fracasos del pasado, dándoles una “segunda oportunidad”. Como pueden imaginar, el poder creciente de la Multiplicidad hace que cada nivel de la jerarquía, es decir, cada tipo de arquetipo, sea más específico a medida que se acerca el amanecer. Los arquetipos incluirán la Palabra (Logos) con un número incontable de Letras, o Cualidades Espirituales, para ser realizadas existencialmente durante el “día”.

El amanecer simbólico representa el Big Bang, cuando finalmente prevalece la Multiplicidad y da lugar a la materia, pero la Unidad aún es lo suficientemente fuerte como para determinar el estado inicial, el cual se convierte en el Dharma colectivo para el Eón, definido como el ciclo de una medianoche a la siguiente, y tomado como un todo. A partir de ahí se hace cargo la fuerza radiante hacia la Multiplicidad, creando átomos, estrellas, galaxias y formas de vida de todo tipo hasta alcanzar el máximo de diversidad en el mediodía simbólico. En cada nivel, la cantidad decreciente de Unidad permite más y más diversidad. Como ejemplo, observen cómo se utilizan docenas de elementos distintos, todos formados a partir de un puñado de partículas subatómicas, para crear las aún incontables formas de vida en la Tierra.

Tal proceso se detiene abruptamente al mediodía y no se forman más especies nuevas. Un cambio de dirección ocurre cuando el arquetipo inconsciente final solicita la Compasión de la Divinidad, por así decirlo. En respuesta, Espíritu “descendió” a una especie protohumana, presumiblemente homo sapiens, para dotarlos de lo que Teilhard de Chardin llamó consciencia reflexiva—la capacidad de ser conscientes de sí mismos—y liberarlos del reino animal instintivo y convertirlos en lo que Rudhyar llamó Hombres Naturales. Este es el fuego de Prometeo que marcó el advenimiento de la humanidad, con la tarea de realizar la miríada de Cualidades o Letras en el Logos original. La historia y la evolución humana suceden entre el mediodía simbólico y el ocaso. Tal evolución se ve favorecida por la llegada de varias series de Avatares que periódicamente traen nuevos arquetipos a la humanidad, de acuerdo con las necesidades de esta última y su capacidad para manejarlos.

En el ocaso, la consciencia reemplaza a la materia y ya no hay seres humanos ni universo objetivo. El resultado de ese momento es sabido: habrán aciertos y fracasos, pero lo que no se sabe son sus respectivos números. Un éxito es lo que Rudhyar llamó un Hombre Iluminado: una Cualidad Espiritual encarnada en el Matrimonio Divino de Espíritu y materia, un ser humano que alcanza la iluminación y cuya mente es una con la Mente Eónica. Por otro lado, tanto los fracasos parciales como los totales resultan del mal existencial que genera un ser humano cuando utiliza su libre albedrío para ir en contra del movimiento espiritual hacia la Unidad consciente.

Presumiblemente, el período entre el ocaso y la medianoche es uno de mayor integración en consciencia, dejando atrás la diversidad a medida que se acerca la medianoche y ganando la Sabiduría Divina que resultará en la Compasión Divina necesaria para el próximo ciclo. Cabe notar que durante esta fase es cuando se puede generarse el mal cósmico.

Ciclo del Hombre

Así como la Totalidad define el Ciclo del Ser, también determina un Ciclo del Hombre durante la fase entre el mediodía y el ocaso de aquél. Esta vez, sin embargo, el medio ciclo “diurno” corresponde a nuestra existencia objetiva, desde el nacimiento hasta la muerte, cuando tratamos de realizar el destino personal de nuestra vida—nuestro dharma—a través del crecimiento evolutivo. Mientras tanto, “la noche” corresponde al proceso mediante el cual se diseña un nuevo dharma para armonizar algún karma existente y comenzar otro ciclo—una nueva vida humana—en el proceso general hacia la encarnación de una Cualidad Espiritual. Este proceso, que Rudhyar llama individualización, no debe confundirse con el proceso de individuación de Carl Jung, el cual es la integración de una personalidad centrada en el Ser dentro de una vida.

Sin embargo, se necesita como mínimo una personalidad un tanto integrada para identificar primero y luego cumplir con nuestro dharma personal. Como veremos, la individuación es impulsada por el Espíritu a través de dos fuerzas: la Fuerza del Día para integrar nuestra individualidad y la Fuerza de la Noche para nuestro relacionamiento, cada una alcanzando su máxima fuerza en Cáncer y Capricornio, respectivamente. Por lo tanto, estos dos signos representan la Unidad máxima para cada uno de esos dos aspectos de una personalidad.

Ya vimos que la Multiplicidad es el resultado de dejar que la radiación centrífuga se vuelva loca, por así decirlo, sin obstáculos del unificador Principio de Totalidad. Observando el zodíaco, la Multiplicidad es menos débil en los equinoccios, cuando las fuerzas del Espíritu están menos enfocadas. Viéndolos así, Aries puede interpretarse como el signo de diversas individualidades y Libra el de diversos modos de relación.

Coda

La Totalidad tiene implicaciones profundas que se presentarán en publicaciones posteriores. En particular, el mismo Principio de Polaridad observado en Unidad y Multiplicidad da lugar en la física al Tiempo y al Espacio. Aún más, toda manifestación física sólo puede existir como todos ciclocósmicos, donde un todo es un campo de actividad resultante de las relaciones funcionales de sus partes componentes, tal como lo define Jan Smuts en su libro de 1926: “Holismo y Evolución”.

Dicho esto, la aplicación más práctica de La Totalidad es servir como base para lo que Rudhyar llamó Astrología Transpersonal, usando el prefijo latino “trans-” para significar “a través” y no solo “más allá”, una rama de la astrología que se ocupa del cumplimiento de nuestro destino personal, en camino a convertirnos en miembros del Pleroma de Hombres Iluminados.