En su libro Zodíaco, el latido de la Vida, Dane Rudhyar (1895-1985), el filósofo, astrólogo y ocultista, además de autor principal de la Filosofía de la Totalidad, presenta los doce signos como tipos psicológicos, surgiendo de su visión de una realidad holística. En la página de cada signo zodiacal, proporciono un esbozo psicológico de su tipo. Quiero brindar en esta página una breve descripción general de la astrología de Rudhyar en lo que respecta al zodíaco y así dar un contexto para lo que encontrarán en las páginas de los signos. El contenido de dichas páginas y lo que sigue a continuación está tomado en gran medida de la traducción al español de ese libro, salvo que se indique lo contrario.
Orden y Caos
Vivimos en un mundo de cambios donde la realidad que nos rodea es dinámica, por lo que cualquier filosofía de la realidad debe ser también dinámica y capaz de explicar la naturaleza impredecible de las experiencias de la vida. En tal mundo de caos, percibimos orden en el plano celeste y también intuitivamente en nuestros cuerpos. En ambos hay procesos cíclicos que se repiten rítmicamente y aportan una sensación de orden dada su naturaleza predictiva.
La búsqueda del orden ha sido quizás la mayor de la humanidad y sin duda comenzó con la astrología. Sin embargo, cuando la humanidad alcanzó un nivel de consciencia más sofisticado, la búsqueda se volvió intelectual y el razonamiento científico tomó el relevo. Pero el hombre sólo puede razonar sobre lo que ha experimentado individual o colectivamente, y la experiencia del hombre es esencialmente dual. Sus sentidos hablan de un desorden externo en marcado contraste con su orden interno. La búsqueda puede ser un intento de “elevar” sus percepciones a un nivel en el que se sientan igual de ordenadas.
La astrología intentó “darle sentido” al desorden percibido observando el orden que se muestra en el firmamento. Es un método mediante el cual la estructura ordenada de la luz celeste puede utilizarse para demostrar la existencia de un orden, oculto pero no obstante real, en la superficie de la Tierra, en lo que respecta a la experiencia humana.
El Paradigma Antiguo
Hay dos maneras de interpretar la dualidad del orden celestial y el caos terrestre. La primera y más popular es considerar el nivel celeste como positivo, con orden intrínseco, poseedor de Poderes activos y controladores que influyen constantemente en las actividades, impulsos, deseos y pasiones que se encuentran en el nivel terrestre que, a su vez, es negativo, pasivo, receptivo e intrínsecamente caótico.
El plano celeste se convierte en el mundo de las ideas. En la filosofía medieval correspondía a Natura naturans: naturaleza activa, mientras que el plano terrestre era Natura naturata: naturaleza pasiva. Desde ese punto de vista, la “naturaleza humana” adquiere casi invariablemente un significado peyorativo. Se le percibe como depravada por el “pecado original”, necesitando ser controlada por la voluntad de los Poderes celestiales y la razón del Intelecto Divino, o redimida mediante el sacrificio y la compasión de un ser etéreo, un “Hijo de Dios”.
No hace falta decir que la mayoría de las filosofías a lo largo de la historia han sostenido esa interpretación, creando un dualismo casi absoluto entre el bien y el mal, el espíritu y la materia, Dios y la naturaleza, el intelecto y las emociones, los niveles “superiores” e “inferiores”. Toda experiencia humana ha sido dividida en dos partes fundamentalmente irreconciliables, a pesar de la voluntad humana y del Amor Divino.
Un Enfoque Holístico
En la segunda interpretación, que lamentablemente pocas personas siguen, no hay dualidad entre orden y caos, sino orden en todas partes. Sin embargo, no podemos visualizar el orden porque se manifiesta a un nivel más inclusivo. Como organismo fisiológico, un ser humano es una entidad ordenada dentro de un cuerpo, o cuerpos en algunas tradiciones, al que podría denominarse un “todo menor”. Mientras no haya necesidad de identificarse con un “todo mayor”, la realidad seguirá ordenada. Sin embargo, eso no es posible, ya que el “todo menor” funciona dentro del “todo mayor” y, por lo tanto, existe en ambas esferas en constante interacción. Esa interacción es vista como desorden y sufrimiento por el “todo menor”, pero como actividad creativa cíclica y sacrificio por el “todo mayor”.1
En lugar de considerar una naturaleza separada en dos niveles, uno ordenado, bueno y celestial, mientras que el otro es caótico, oscurecido por el pecado y terrestre, veamos una experiencia humana que consta de dos fases. La experiencia es la del caos en la selva y el orden en el firmamento. La primera fase está condicionada por el sufrimiento humano cuando un “todo menor” se relaciona con otros “todos menores”. La segunda fase es la de relaciones humanas más distantes, quizás en forma de leyes, de un “todo menor” con el “todo mayor”. Sin embargo, ambas son fases diferentes de una misma experiencia: relacionarse con el mundo exterior. Lo que es diferente es nuestra perspectiva sobre la experiencia, por eso las ubicamos en dos cajas: una con experiencias individuales, muchas veces dolorosas y limitadas, y otra con experiencias colectivas, remotas y en ocasiones inspiradoras.
Cuando observamos en la naturaleza la interacción de los “todos menores” con el “todo mayor”, encontramos procesos cíclicos, relacionados con el día y la noche, las fases de la luna o las estaciones en el año, y nos damos cuenta de que la vida es un intercambio cíclico de energías polares. Ambos factores siempre están en juego con diferente intensidad en cada experiencia. Cuando se aumenta una energía, el polo opuesto disminuye. Cada forma de energía está siempre disponible dentro de un organismo y en cada experiencia, aunque algunas de ellas pueden estar tan disminuidas que casi no existen. En lugar de inexistencia, Rudhyar habla de latencia, por lo que algunas energías pueden estar latentes en determinadas experiencias, pero todas están siempre presentes.
Cada ser humano es un todo, pero es un todo “menor” en comparación con la sociedad humana o el universo. Un hombre que vive en una isla desierta sin ninguna relación humana no es un individuo sino un organismo solitario sin significado en términos de humanidad. Un individuo es una expresión distinta de la naturaleza humana colectiva o genérica. Lo que recibió de la colectividad que le precedió debe regresar a la que le sigue. No existe un individuo en el vacío. Un todo orgánico siempre existe dentro de un “todo mayor” y contiene múltiples “todos menores”. Así es como somos individuos sociales.
El Zodíaco
La astrología se basa fundamentalmente en el zodíaco. Todos los demás factores significativos, como el sol, la luna, los planetas (como puntos de luz en una órbita particular y nada más), las cúspides de las casas, etc., se refieren al zodíaco que define las doce fases del ciclo prototípico: el año solar.
Aunque el ciclo más obvio en nuestra experiencia de vida es el del día y la noche, estamos conscientes sólo la mitad del tiempo, por lo que ese ciclo nos recuerda más a la vida y la muerte. Sin embargo, el hombre primitivo rápidamente se dio cuenta de que existe otro ciclo, el de las estaciones y su impacto en la biósfera, en particular en el reino vegetal. El hombre es capaz de experimentar todas las fases estando consciente, a diferencia del día y la noche. Como tal, el zodíaco es un ciclo de experiencia. Es un ciclo que no tiene nada que ver con estrellas lejanas dispuestas vagamente en constelaciones y sí con transformaciones anuales observadas por primera vez en la vegetación que se encuentra en la región templada del hemisferio norte, donde se concibió la astrología. Esto puede parecer arbitrario hoy en día, con una conectividad instantánea en todo el mundo, pero es un hecho que la civilización occidental, posiblemente la cuna del progreso psicomental, se originó en esa región.
En la antigüedad, la simbología utilizada en astrología procedía de la experiencia biológica que observábamos, especialmente en la vegetación. Incluso las llamadas “enseñanzas espirituales” se centraban en símbolos sexuales y prácticas “vitalistas”, como las que se encuentran en las formas de yoga y tantra practicadas en la antigua India. Con el tiempo, los Maestros centraron su experiencia y la de sus seguidores en una nueva estructura de integración humana: el ego individual. Esto requiría la traducción de los viejos símbolos de integración al nuevo lenguaje del ego, que es básicamente intelectual y psicológico. Incapaz de adaptarse, la astrología fue reemplazada por la ciencia, la lógica y la psicología griegas, dado que el ego busca análisis y racionalidad. Al intentar desarrollar un “pensamiento riguroso”, la civilización occidental ha repudiado o devaluado todas las experiencias orgánicas que dieron a nuestros antepasados una sensación de vida cíclica en la que todas las situaciones eran experiencias holísticas. La razón dividió y catalogó cuidadosamente nuestras experiencias, y eso dio origen a la dualidad de cuerpo y alma.
Hoy en día, la astrología intenta integrar los símbolos antiguos con conceptos psicológicos modernos, en particular el enfoque holístico de la Psicología Analítica de Carl Jung. Su objetivo es restaurar nuestra capacidad de ver nuestras experiencias caóticas como totalidades existenciales resultantes de nuestras interrelaciones con otras personas y con un Todo Mayor en el que participamos como “todos menores”. Lo que nos enseña el zodíaco es a percibir el dualismo de las experiencias individuales y colectivas no como una elección entre una u otra sino como una gradación de más de una y menos de la otra. Dejamos de lado los juicios éticos para abrazar los estéticos. El dualismo persiste pero como un proceso dinámico en el que ambos polos opuestos se compenetran y transforman constantemente. Por tanto, ninguna experiencia es mejor o peor, más constructiva o destructiva. Todo está en el todo, lo que cambia es la proporción de los polos opuestos en una combinación dada.
Fuerzas Combinatorias
Para que cualquier combinación de este tipo adquiera significado, debe entenderse. Esto hacemos midiendo la contribución de cada componente polar dentro de la combinación. Y eso lo podemos hacer midiendo la intensidad relativa de cada uno según su lugar dentro del todo, teniendo en cuenta el momento que representa en el ciclo, como estar en la fase “primavera” o “invierno”, o en la mitad “creciente” o “menguante”. Cada fase zodiacal, cada signo astrológico, representa un modo de experiencia humana en el que ambas fuerzas básicas están más o menos activas. Rudhyar las nombró fuerzas del Día y de la Noche, correspondientes a la porción del día y de la noche, respectivamente, medidas al comienzo de una fase particular del año: la cúspide del signo.
Con base en dichos criterios, tenemos cuatro momentos importantes obvios basados en el flujo y reflujo del día y la noche a lo largo del año:
- Solsticio de Invierno: cuando la Fuerza del Día está a mínima intensidad (el día es más corto) con la correspondiente Fuerza de la Noche a máxima intensidad (la noche más larga). Marca el inicio de Capricornio.
- Equinoccio Vernal: cuando la Fuerza del Día y la Fuerza de la Noche tienen igual intensidad, ya que la primera ha ido aumentando desde el solsticio mientras que la segunda ha ido disminuyendo. Físicamente, el día y la noche tienen la misma duración.2 Marca el inicio de Aries.
- Solsticio de Verano: cuando la Fuerza del Día está a máxima intensidad y la Fuerza de la Noche a mínima intensidad. Marca el inicio de Cáncer.
- Equinoccio Otoñal: cuando la Fuerza del Día y la Fuerza de la Noche vuelven a tener la misma intensidad, esta vez a partir de la Fuerza del Día decreciente y la Fuerza de la Noche creciente. Marca el inicio de Libra.
Armados con estas herramientas, podemos comenzar nuestro análisis de las doce combinaciones de intensidades de las Fuerzas del Día y de la Noche que son los signos. Todo lo que necesitamos ahora es elegir el inicio del ciclo representado por el zodíaco. Es lógico asumir uno de los cuatro momentos clave mencionados anteriormente. Dado que nuestra filosofía de la experiencia humana intenta no favorecer un polo sobre el otro sino enfatizar la naturaleza holística de todas las experiencias de la vida, el mejor comienzo es uno de los equinoccios. La naturaleza humana es tal que vinculamos el comienzo con la salida del sol y, por lo tanto, la elección lógica es el equinoccio que marca el aumento del día con la correspondiente ascendencia de la Fuerza del Día: el equinoccio vernal (Aries 0⁰), que corresponde al equinoccio de marzo en el hemisferio norte.
Sobre las Fuerzas del Día y la Noche
En la existencia cíclica, el comienzo de un nuevo ciclo sigue inmediatamente al final del anterior, por lo que no tiene sentido discutir el significado del comienzo de un ciclo sin comprender el significado del ciclo como un todo. Para hacer eso, debemos discutir qué significan la Fuerza del Día y la Fuerza de la Noche en términos psicológicos. Hemos mencionado que Rudhyar sigue los conceptos de la Psicología Analítica desarrollados por Carl Jung. En particular, ambos usan personalidad para referirse a un ser humano integrado en el nivel psicomental, el nivel actual de la humanidad, lo que antes llamamos un “todo menor”.
La Fuerza del Día es una energía personificadora. Da lugar a nuevas ideas y conceptos espirituales, y hace que las nociones abstractas sean reales y concretas. Comienza a desarrollarse cerca de la Navidad (Capricornio), símbolo de la Encarnación espiritual, aunque sólo comienza a notarse en Aries, símbolo de germinación y la adolescencia. Alcanza la madurez en Cáncer, símbolo de la realización personal a través del matrimonio y las responsabilidades de establecer un hogar. El resultado general de la Fuerza del Día es la personalidad integrada.
La Fuerza de la Noche es una energía que contrae, uniendo a las personalidades. En Cáncer (el hogar) se integra al hombre o a la mujer, el niño llega en Leo, y los sirvientes y educadores en Virgo. Pero es en Libra, símbolo de la actividad social, donde la personalidad establece relaciones encaminadas al desarrollo de una comunidad cultural y espiritual. Escorpio busca relaciones fructíferas, como en los negocios o la política, mientras que Sagitario busca las relaciones más distantes, en forma de viajes, educación superior y filosofía. Alcanza su cúspide en Capricornio, símbolo del Estado. La Fuerza de la Noche resaltará el valor de todo lo que se refiere a la sociedad.
Personalidad y Sociedad. Estas son las dos polaridades que sienten los seres humanos desde su nacimiento. Pero ninguna experiencia es puramente personal o puramente social, por lo que nos remitimos a la gradación “más o menos”. Durante el día experimentamos el sol como nuestra fuente de luz, durante la noche nos damos cuenta de que es una estrella más de la galaxia. Aunque la perspectiva ha cambiado, la realidad es la misma. De manera similar somos personalidades sociales.
Personalidad y Sociedad. Si tomamos estas dos entidades al nivel de la consciencia, se convierten en la mente consciente y el inconsciente colectivo, marcados por el pensamiento racional y la irracionalidad, respectivamente. Si intentamos comprender cada experiencia desde la perspectiva de la mente consciente, el ego, no tenemos más remedio que aplicar la distinción ética de ser positivo y bueno (racional) o negativo y malo (irracional). El enfoque holístico es considerar que cada experiencia humana tiene componentes tanto racionales (conscientes) como irracionales (subconscientes) en proporciones variables.
Sobre el Espíritu
Ambas actividades mencionadas anteriormente, personificar y contraer, son actividades integradoras y, por lo tanto, tanto la Fuerza del Día como la Fuerza de la Noche son fuerzas integradoras. Vistos de manera integral, son actividades y fuerzas “creadoras de totalidades” y, como tales, funcionan bajo el Principio de Totalidad que Rudhyar llama Espíritu cuando se aplica al plano humano.
Espíritu no es una entidad y ciertamente no es Dios, es el principio por el cual el todo es más que la mera suma de sus partes, es lo que hace que las partes trabajen juntas para la función del todo, y es por qué el todo existe como la interrelación de sus partes. La Fuerza del Día, como componente del Espíritu, integra todas las disparidades psicomentales dentro de un individuo a través del proceso que Jung llamó individuación. La Fuerza de la Noche, por otro lado, integra comunidades sociales a través del proceso equivalente de colectivización, que se basa en el relacionamiento del individuo.
Dones del Espíritu
El ciclo anual de los doce signos, el zodíaco, va también acompañado de doce lunaciones, ciclos más pequeños de relación entre las dos luces en el cielo: Sol y Luna. Estos ciclos comienzan con la luna nueva, cuando Luna desaparece y se une a Sol en un ritual de fecundación espiritual. Así hablamos de doce actos de fecundación, a partir de doce necesidades específicas que pueden ser cubiertas por la energía solar, o sea, el Espíritu.
El libro de Rudhyar, Un Tríptico Astrológico, se compone de tres secciones principales que describen lo que él llama “el camino iluminado” para vivir nuestro destino personal (dharma). En la introducción de la sección titulada Los Dones del Espíritu, Rudhyar escribe: “Cada individuo humano, en la medida en que puede ser considerado un todo completo y relativamente independiente, es en sí mismo un zodíaco. En él se pueden encontrar todos los tipos de respuestas a la vida. En él las cualidades características de cada uno de los doce signos zodiacales operan en diversos grados. Sin embargo, una, o muy pocas, de estas cualidades … predominan”.
Tal predominio determina el tipo psicológico al que pertenece y se convierte en su signo zodiacal dominante, o signos en algunos casos. Esto es similar a cómo el predominio de rasgos de carácter similares lo convierte en un tipo psicológico extrovertido o introvertido, y un tipo psicológico de pensamiento, sentimiento, sensación o intuición según la clasificación de Jung.
Cada tipo reacciona de una manera específica de comportamiento, pensamiento y sentimiento hacia las experiencias de la vida y tiende a exagerar sus actitudes características. Una función se desarrolla excesivamente a expensas de una función complementaria. Espíritu, como poder para restablecer el equilibrio, otorga un Don espiritual a cada signo para asimilar su combinación de manera integral. Así que incluiré el Don de cada signo en su página.
Consideraciones Prácticas

Segundo Modo: Fijo
Fuerzas: 2↓ Día y 5↑ Noche
Cada página zodiacal incluirá la información astrológica más tradicional del signo, junto con la intensidad relativa de las fuerzas del Día y la Noche, como explicaré a continuación utilizando los datos de Escorpio como referencia.3
Es fácil notar el énfasis que pongo en la numerología, que considero la base de toda interpretación esotérica de la astrología. El significado profundo de Escorpio, por ejemplo, tiene más que ver con ser la octava fase del zodíaco que con atributos genéricos o míticos de un escorpión, un águila o un fénix, todos símbolos del signo. Lo mismo ocurre con el elemento y modo del signo, podrían entenderse por el lugar relativo (número ordinal) que cada uno ocupa dentro del conjunto completo. Es hora de hacer una discusión muy breve sobre la información presentada con el símbolo.
Todo comienza con los cuatro momentos críticos descritos anteriormente, los solsticios y equinoccios, momentos de actividad especial de la fuerza vital. Sin embargo, el tipo de liberación de energía es claramente diferente en cada uno de esos momentos, lo que da lugar a la noción de cuatro elementos, a saber: Fuego, Agua, Aire y Tierra. Cuando observamos la posición del atardecer a lo largo del año, nos damos cuenta de que se pone lo más al sur durante el solsticio de invierno. A partir de ese momento, la puesta de sol se mueve hacia el norte (correlacionándose con el aumento de la Fuerza del Día) y alcanza su punto más al norte seis meses después, en el solsticio de verano, cuando el sol parece detenerse e invertir su dirección, moviéndose hacia el sur durante los seis meses restantes. Tal movimiento cíclico se asemeja al movimiento de un péndulo donde los solsticios marcan los puntos extremos, momentos en que el péndulo parece permanecer quieto, indicando la energía potencial máxima.4 Desde esa perspectiva, los equinoccios representan los momentos en que el péndulo es perpendicular al suelo, moviéndose a la más alta velocidad y con máxima energía cinética.
Por lo tanto, tenemos dos tipos de factores: en los equinoccios el impulso de la fuerza vital es mayor, mientras que en los solsticios una de las polaridades de esa fuerza se siente con mayor intensidad. De ello se deduce que los elementos equinocciales, Fuego (Aries) y Aire (Libra) son expresiones de ímpetu y movimiento, mientras que los elementos solsticiales, Agua (Cáncer) y Tierra (Capricornio) son expresiones de polaridad y realización. Sus efectos sobre las fuerzas del Día y de la Noche se describieron anteriormente, pero cuantificamos cada componente en una escala del 1 al 6, no del 0 al 5 porque ambas fuerzas están en operación en todos los signos.5 En el reino vegetal, el período de Aries a Libra representa el reino de la hoja. Comienza con la germinación en primavera (Aries) y alcanza su plena maduración en verano (Cáncer). Por el contrario, la porción de Libra a Aries es el reino de la semilla, cuando la vegetación está latente y vive debajo de la corteza terrestre. La hoja y la semilla son dos grandes símbolos de objetividad y subjetividad, respectivamente, el cual es el verdadero significado detrás de los dos semiciclos.
A partir de estos factores llegamos al significado de los elementos que, repito, podrían haberse denominado simplemente Primero, Segundo, Tercero, Cuarto:
- El Fuego (Aries) se convierte en movimiento hacia la manifestación objetiva, el deseo primordial de manifestarse en un cuerpo,
- El Agua (Cáncer) satisface el deseo del Fuego de la misma manera que la savia lo hace con la planta.
- Aire (Libra) es un movimiento hacia la realización subjetiva, un impulso para encontrar al “Dios interior” y una sed de liberación de la esclavitud del cuerpo y su identidad separada.
- La Tierra (Capricornio) cumplirá simbólicamente en Navidad el deseo del Aire, es el nacimiento del cuerpo Crístico en nuestro interior y que es la máxima expresión de la Fuerza del Día.
Finalmente, cada elemento puede expresarse en uno de tres modos:
- Los signos cardinales (Aries, Cáncer, Libra y Capricornio) son los cuatro signos equinocciales y solsticiales cargados de actividad, capaces de generar energía y poder. Por lo que dijimos anteriormente, debería ser obvio que los dos signos equinocciales generan un tipo de poder diferente al de los solsticiales.
- Los signos fijos (Tauro, Leo, Escorpio y Acuario) que siguen inmediatamente concentran y liberan la energía y el poder generado en el signo cardinal anterior.6
- Los signos mutables (Géminis, Virgo, Sagitario y Piscis) son los encargados de distribuir la energía y el poder recién concentrado.
Hay mucho más que decir sobre el zodíaco y sus doce signos, pero el propósito de esta página, como se mencionó anteriormente, es proporcionar suficiente contexto para las otras doce páginas de los signos del zodíaco.
Siempre Amor. 🌹🙏💖
- Recordemos que sacrificio proviene del latín sacrificium, a su vez de sacer: santo, dando el significado: “hacer santo”, o “sagrado”. ↩︎
- Equinoccio proviene del latín aequi nox: noches iguales. ↩︎
- Trivia: comencé a escribir las páginas de signos justo antes de la luna nueva del 13 de noviembre de 2023, que coincidió con mi cumpleaños, por lo que la página de Escorpio fue la primera que se publicó. ↩︎
- Solsticio proviene del latín solsticium, a su vez de sol: sol, y sistere: estacionario, por lo tanto, es el tiempo de un “sol estacionario” en declinación. ↩︎
- Como nota al margen, si bien los equinoccios son momentos de igual intensidad en ambas fuerzas, se trata de un equilibrio precario. Esto puede verse por cómo sus intensidades van de 3–4 a 4–3 en un instante, por ejemplo de Piscis a Aries. Compárenlo con los signos alrededor de un solsticio cuando sus intensidades permanecen 1–6 (Sagitario a Capricornio) con solo una simple inversión de sus flechas de tendencia, indicando un equilibrio mucho más estable. ↩︎
- En ocultismo, los puntos medios entre dos signos cardinales consecutivos representan las Cuatro Puertas del Descenso Avatárico, donde un avatar es una liberación de energía cósmica en terminología antigua. Estas puertas están simbolizadas por cuatro criaturas: Toro (Tauro 15°, alrededor del 6 de mayo), León (Leo 15°, 8 de agosto), Águila (Escorpio 15°, 8 de noviembre) y Ángel (Acuario 15°, 5 de febrero). ↩︎